OTRA VUELTA DE TUERCA, DE HENRY JAMES

 

Otra vuelta de tuerca, es un clásico del terror gótico que casi no necesita presentación. He vuelto a leerlo en esta nueva edición, interpretado por el estilo perturbador de la ilustradora Ana Juan, y de nuevo me ha sorprendido por la capacidad del autor de hacer dudar al lector de lo que realmente ocurre en esta novela “de fantasmas”.

Henry James (Nueva York 1843-Londres 1916) fue un escritor y crítico literario reconocido como figura clave en la transición del realismo al modernismo, cuyas novelas están basadas en el punto de vista que permite el análisis psicológico de los personajes.

En cuanto a Otra vuelta de tuerca, es una historia muy sencilla, precedida por una clásica introducción: la típica reunión en la que alguien se dispone a contar la terrorífica historia de turno, que es real porque una conocida le ha entregado un manuscrito que narra como una joven llega a Bly para ejercer de institutriz de Flora y Miles, dos niños que han quedado huérfanos y bajo la tutela de su tío, dueño de la mansión. Poco después de su llegada descubre que los niños son visitados de forma periódica por un hombre y una mujer… que habían muerto hacía un año. Hablando con el ama de llaves, la señora Grose, descubre la identidad de los mismos: Peter Quint, hombre de confianza y ayuda de cámara del tío de los niños; y la señorita Jessel, la anterior institutriz de los pequeños. Defender a Flora y Miles de ambas entidades se convierte en la obsesión de la joven institutriz, por lo que hace lo imposible para interponerse entre ellos en la sospecha de que las intenciones de Quint y Jessel para con los niños son perversas.  

Los personajes no son muchos y son retratados con pocas pinceladas. El estilo está marcado por oraciones muy largas y digresivas y pasajes muy descriptivos que dan un toque de misterio, y aunque la prosa es barroca, el ritmo y la incertidumbre de no saber qué es lo que pasa hacen que el ritmo de lectura sea rápido. Por otra parte hay que destacar la tendencia a psicoanalizar a los personajes y eso se nota por la sutileza que emplea el autor para describir los sucesos que no se muestran claramente.

 

Es una novela que se diferencia del resto de historias de fantasmas en que hay una posible doble lectura ya que la institutriz, que carece de nombre, es la narradora en primera persona del manuscrito y conocemos lo que cuenta a través de su punto de vista e interpretación de lo que observa, ya que ella es la que nos convence de la verdad de lo que cuenta, es decir, es una narradora no fiable. Y de esta conclusión parten los siguientes interrogantes: ¿ha visto fantasmas? ¿tiene alucinaciones? En las conversaciones entre la protagonista y el ama de llaves se ve que la mente de la joven es un caos, pues tiene certezas difíciles de explicar si no pensamos que es precisamente la obsesión, el miedo, la incertidumbre y la sospecha  de la protagonista la que lo causa. 
En fin, he vuelto a disfrutar mucho con esta lectura, que considero más un thriller psicológico que una novela de terror, sobre todo por la posibilidad de sacar mis propias conclusiones y, de hecho, en esta edición ilustrada la posibilidad de entremezclar las imágenes (de pesadilla) con el texto.
 

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